domingo, 12 de octubre de 2014

Si no puede expresarse en cifras, no es ciencia; es opinión.

- ¡Contramaestre! ¡Desate la soga esa que está atada al coso de madera largo que está cerca de la manija esa redonda con el aparato de bronce en el medio!¡Rápido!

-Doctor, fíjese. Va a tener que cortar ese cosito rojo que se ve allí, al lado del guiñapo ese medio marroncito que parece un gusanito. Parece que se está echando a perder. Enfermera, páseme el fierrito ese con forma de ganchito, como si fuera una "S". No, ese no, el más grande, el que tiene el tornillito en el medio. Gracias!

      Estas dos situaciones son ex profeso ridículas e imposibles. El lenguaje técnico necesita de una precisión que evidentemente no muestran estas dos supuestas líneas de diálogo de aquí arriba. Nuestras explicaciones están llenas de cosos y cositos particularmente frente al pobre vendedor de la ferretería, pero un ingeniero debe estar seguro de que sus instrucciones son llevadas adelante al pie de la letra y por tanto su lenguaje debe estar exento de ambigüedades tanto como les sea posible. Esto que representa una gran ventaja para los iniciados, se convierte en una barrera infranqueable para quienes miramos desde la platea. 

      Es que normalmente no tenemos ni idea de que demonios es una Chrysaora Quinquecirrha aunque hayamos salido huyendo más de una vez del mar al ver una agua viva. O pongamos cara de sorpresa ante la mención del 2-metilbutadieno aunque nuestros vehículos ruedan sobre él. El lenguaje científico - técnico nos deja definitivamente afuera. Sin embargo, reconociendo la necesidad de aquella precisión de la que hablábamos a veces nos da la impresión (o por lo menos a mi me la da) de que las cosas se complican solo por el gusto de hacerlas más herméticas. Conoceremos hoy pues, a través de Bombilla Tapada, un caso en que el embrollo del lenguaje técnico le jugó a la misma ciencia una mala pasada. Es verdad que de manera deliberada pero puso de ahí en más en duda los controles y chequeos que se hacen sobre el material científico editado. Vengan por acá, durante la conferencia habrá un break y se servirán canapés de Penaeus Monodon.

      Además de las revistas que habitualmente conocemos en donde se abordan temas generales o de espectáculos, infantiles o de deportes por poner algunos ejemplos, existe un mundo de publicaciones que están vedadas al gran público. Los científicos dan a conocer sus investigaciones y hallazgos a través de muchísimas publicaciones técnicas. Las más conocida de todas es la revista Nature. En ellas, además de directores, secretarios de redacción y diseñadores gráficos, como en cualquier otra, hay un comité científico que evalúa la seriedad y validez de los artículos a publicarse. Se supone que el prestigio de una revista científica se pone en juego en cada número. No solo caería en desgracia un científico que desarrollara un tema en base a datos falsos o erróneos sino que también la revista sería salpicada al no haber tomado los recaudos suficientes antes de la publicación. Ahora si, entremos derecho al tema.

Alan Sokal
      El tipo está por cumplir los 60 pero allá por 1996, cuando tenía apenas 40 se le dio por hacer una prueba de la que ya venía sospechando su resultado de antemano. Su nombre es Alan Sokal y se doctoró en física en la Universidad de Princeton en 1981, la misma universidad en la que desarrolló su carrera americana Albert Einstein. El Doctor Sokal se encarga de estudiar todas aquellas materias de las que uno no entiende ni un poco como la teoría cuántica de campos y cosas aún peores. Además de todo esto también dictaba clases de matemáticas de nivel universitario. Para ese entonces la Universidad de Duke publicaba una revista llamada Social Text y contra ella apuntó Sokal sus cañones. El Doctor Sokal sabía que sus editores, los de Social Text, eran propensos a publicar todo aquello que sonara posmoderno. Entonces preparó un artículo con un título pomposo, lo llenó de citas, y mezcló humanidades con física y matemáticas. El resultado era un artículo, de texto coherente pero con fundamentos descabellados llamado: Transgredir los límites: Hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica. En él se sostenía que la gravedad funciona solo porque creemos en ella. Que es una construcción social y que si la sociedad dejara de creer en su existencia sus efectos no nos afectarían. Una estupidez grande como la Universidad de Princeton misma, y más aún en boca (o pluma) de un físico.

      Envió el artículo a la revista y a su vez preparó una carta para otra publicación. Cuando el comité científico de la revista Social Text le confirmó que publicaría su artículo en su próximo número, envió la carta que tenía preparada pero a la revista cultural Lingua Franca. En la misma le comentaba a los editores de esta última que había enviado el artículo deliberadamente falso a la publicación de la Universidad de Duke con el objeto de verificar si se hacía un control estricto de lo recibido antes de publicarlo. Según la elaboración previa de Sokal los requisitos para que un artículo sea publicado deberían ser: Que cumpla con los prejuicios que tienen los editores de antemano y que su lenguaje sea el correcto. Que utilice términos técnicos. Que tenga olor a ciencia. En definitiva, que no se entienda, porque lo que ocurrió aquí fue que no entendieron. El mismo Doctor Sokal calificó a su artículo luego como un "rotundo sinsentido". Sin embargo, envuelto en el palabrerío típico de los informes científicos, pasó por bueno.


      La revista Social Text intentó defenderse como pudo. Sokal en conjunto con su colega belga Jean Bricmont escribieron al año siguiente el libro Imposturas Intelectuales en donde se sostenía que, muchos profesionales de las ciencias sociales, toman prestados conceptos e ideas de las ciencias duras (como la química, física o matemática) sin el menos respaldo empírico de modo de imbuir a sus teorías de un aura científica por el solo hecho de que sus dichos suenan como tal. 




      Desde acá agregamos que la usurpación de términos y jerigonza científica no sólo es patrimonio, como sostiene Sokal de las ciencias sociales. Casi sin excepción las pseudociencias, con las que sus "profesionales" pueblan revistas de interés general y programas de radio y televisión hacen abuso de la terminología científica hablando de energías  fuerzas, campos y demás, sin aportar ni una sola medición, ni un solo formuleo como para que pueda ser mínimamente comprobable. 

      Y ahora, luego de haber conocido la historia de Alan Sokal, nos vamos a armonizar el aura que, según me dijeron la tengo toda desenergizada y esa es la razón por la cual me estaban doliendo los pies. Iluso de mi pensando que se trataba de las plantillas de los zapatos. 







Que anden bien.

Penaeus Monodon: Nombre científico del langostino



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